top of page
Buscar

El Silencio de Dios

  • Cristian Roberto Santana Vargas
  • 26 may 2020
  • 9 Min. de lectura

Tú, oh Dios, hablas, aunque cuando callas

Jn 1,1 " en el principio era la Palabra…" ¿pero en realidad es la Palabra que revela Dios o es el silencio? ¿Es la potencia que revela Dios o la impotencia? ¿Dios se manifiesta en la luz que aclara o en la noche oscura de la cruz?, de Dios podemos conocer solamente algunas pistas, lo podemos conocer en el silencio, pero jamás ver su rostro; ahora ¿cuáles son las pistas que nos permiten comprender el silencio de Dios? ¿por qué Dios calla?

Dios calla porque el hombre en su arrogancia lo ha llevado a callar. Dios calla porque el hombre no lo deja hablar. Cuando somos irresponsables con nuestro actuar frente a Dios y, en el momento que se pierde todo, cada uno vuelve a buscar a Dios, seguros de encontrarlo pero Él no responderá; no podemos dejar de reconocer que muy a menudo el silencio de Dios, tanto hoy como ayer, es debido a tanta maldad en el mundo y a la idolatría del hombre quien busca la salvación en los ídolos sordos y mudos que no tienen ninguna capacidad de hablar, y es ahí donde el hombre busca al ídolo (que no son las imágenes de los Templos sino la imagen errónea que nosotros hacemos de Dios); Dios está en silencio. Dios que puede hablar, Aquel que ha podido crear el universo con las bellas palabras de su boca, permanece en silencio por culpa de una gran porción del mal que existe en el mundo e incluso la misma Iglesia en ocasiones ha llevado al silencio de Dios, lo hemos expulsado de nuestra vida, nosotros lo hemos hecho callar con nuestro mal ejemplo… Dios calla porque aún más, el mundo está en manos de los ladrones; ahora son los profetas falsos quienes tienen la última palabra, el pueblo ha llegado a ser, ya no un “pueblo mío” sino un pueblo prostituido.

Pero esto no parece responder totalmente a ese silencio de Dios porque no todas las calamidades que se debaten sobre el hombre son atribuidas a la degeneración o al pecado. Frente a tantas enfermedades, a tantos sufrimientos, la solución de que sea todo a motivo del pecado no es convincente, pensemos en un ejemplo como aquel que nos narra Albert Camus cuando tenía 17 años y ve morir un niño inocente que le pasa un camión por encima y con el índice de su pequeño dedo, dirigiéndolo al cielo, le dice; amigo, ¿aún tú lo ves?: Aquel (Dios) calla. O como otro ejemplo, de un poeta italiano, Giuseppe Ungaretti, cuando exclama: “soy un hombre herido, estoy cansado de gritarte, ten compasión de mi dolor, oh crueldad…”; todas estas expresiones reflejan el canto de tantos salmistas orantes que sufrían en carne propia el dolor; “tú has visto, Adonaí, no te calles, despiértate, defiende mi causa… ¿porqué duermes?” (Sal 35); Es la pregunta que muchos nos hacemos ¿por qué duermes Dios mío ante mi dolor, mi angustia, mis lágrimas?; ahí sale la voz inocente, de muchos que, al ver partir un ser querido, al ver a mi padre, a mi madre morir, al ver a mi hijo a mi hija sufrir de una gran enfermedad; nos parte el alma y cuestionamos a Dios, ¿por qué callas?, Dios mío, consuélame por favor.

Ahí está la voz de quienes viven en oración y no han realizado ninguna ofensa, ahí la voz inocente viene sofocada, cuando la vida santa calla y sólo la violencia encuentra las palabras. Cuando la verdad viene tapada, anulada, aniquilada por la mentira; cuando todo esto pasa, el silencio de Dios llega a ser un escándalo. Cuantas veces tantas mujeres y hombres inocentes han lamentado el silencio de Dios especialmente en esos momentos dolorosos cuando Dios debería hablar, como fue el caso de Job, Jeremías, todos los desesperados que viven la noche amarga de los Olivos; ahí donde se plasma el mayor sufrimiento en la persona de Jesucristo.

Aquel silencio de Dios es pedagogía para nuestro camino, pero ¿cómo reconocer esta pedagogía de Dios cuando se sufre en el fondo del alma?; no hay respuestas concretas, pero sí ejemplos concretos como aquel de Elías (1 Re 19); Elías se pone en camino hacia al monte Carmelo, luego corre al Beersheva, luego va presuroso al Horeb, este es un viaje de su propia experiencia más que un proceso geográfico. Elías inicia su viaje para volver encontrar al Dios que le hablaba, que le aseguraba su vida, que en todo momento lo defendía y lo único que encuentra es el silencio de Dios. En Beersheva de hecho era el lugar en donde Abraham había invocado el nombre de Dios y Dios le había respondido, “no temas yo estoy contigo”, en Beersheva, Dios había hablado a Jacob en una visión nocturna (Gn 46), es decir, se trata del lugar en donde los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob habían invocado el nombre del Señor y el Señor les había respondido. En el monte Horeb, en donde Elías caminó 40 días y 40 noches, es el monte de la palabra de Dios, el monte, en donde Moisés había sido llamado por Dios en medio del arbusto ardiente; esto es extremadamente significativo porque nos señala cuál es el Dios que Elías conoce; Elías conoce al Dios de la Palabra, al Dios guerrero e implacable, el Dios de los ejércitos; está reclamando a Dios porque los hijos de Israel han abandonado su alianza, han demolido su altar, han matado con la espada a sus profetas, pero al final, Elías se siente solo.

Es este Dios que Elías busca pero al parecer el Señor pasó como viento; Elías corre a buscarlo, levantaba las rocas, sigue el viento, pero el Señor no estaba en el viento, luego del viento está un terremoto pero el Señor no está en el terremoto, luego del terremoto un fuego pero el Señor no estaba en el fuego… y sólo escucha la voz de un silencio sutil, Elías, el fanático de Dios, debe ahora poner en discusión su imagen de Dios radicada sobre sus propias experiencias personales y se da cuenta que el verdadero Dios es un Dios escondido, por lo mismo no se habla DE Dios sino se habla A Dios, se habla CON Dios, porque hablando DE Dios las palabras son un tropiezo, porque hablar DE Dios significa poseer a Dios convirtiéndolo en un ídolo y ahí su nombre se elimina y el encuentro íntimo se cierra. Dios no se demuestra, Dios se muestra y se muestra a quien renuncia a aquella sutil forma de poder que es la palabra y de esta manera se deja interpelar por su silencio. Elías de hecho debe sufrir la ausencia de Dios del cual conocía y ahora debe aprender a conocer un Dios inédito, que se esconde, que se manifiesta en la voz de un silencio sutil; ¡qué paradoja tan misteriosa en Dios! quien se había manifestado a los Patriarcas con su voz terrible en el terremoto, en el fuego de la montaña del Sinaí; ahora se presenta en la voz del silencio y lo dice poéticamente Kierkegaard: “que él (hombre) no olvide que tú hablas aunque cuando callas… danos la consolación de comprender que tu callas por amor así como tu hablas por amor de modo que, sea que tu callas o hables, eres siempre el Padre, sea que nos guíes con tu voz o sea que nos eduques con tu silencio”, Elías debe nuevamente tomar un viaje y conocer a Dios como silencio para aprender que el hombre no vive sólo gracias a la Palabra de Dios sino también gracias a su silencio. La pedagogía es un componente esencial de la paternidad y maternidad, porque padre y madre educan a sus hijos con el ejemplo, con sus palabras y con su silencio. Pero esto sigue siendo incompleto porque cualquier pedagogía no justifica ni el dolor del inocente ni un dolor inexplicable, ahora una vez más, frente a un dolor injusto y cruel, hablar de pedagogía divina o del silencio de Dios, llega a ser sólo puro palabras.

Es el silencio en la cruz de Cristo donde podemos encontrar nuestra mayor fortaleza en nuestros momentos difíciles y aquí no se trata de hablar de un silencio que calla a motivo de la maldad humana, menos aún de un silencio de un Dios que educa sino que se trata del silencio de quien se hace solidario por amor, entramos al Misterio de un Dios mudo que ama con su silencio; llegamos al momento doloroso de la muerte de Jesús en la cruz, en donde las tinieblas habían envuelto la tierra a la hora sexta hasta la hora nona y el grito de Jesús exclamó “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado”; sobre la cruz, vemos al Dios misterioso que ha querido habitar en una nube oscura, ha querido habitar en el silencio más atroz de la historia; Jesús viene presentado dramáticamente, está solo, huérfano de sus discípulos porque todos habían escapado al momento de la captura de Jesús; es condenado por todos los poderes de la época (sociales, políticos e incluso religiosos) que, sólo para esta ocasión, se habían puesto de acuerdo; abandonado incluso de Dios Padre que no responde a su grito, es así como la muerte de Jesús viene dada en el silencio de Dios. Este es el silencio supremo de Dios que no responde con una voz, no es el silencio de los discípulos que han huido, ni siquiera es el silencio de las mujeres que habían seguido a Jesús hasta el calvario; es el silencio de Dios donde se da lo más sorprendente y paradójico de todo este suplicio, porque ahí resuena la voz de un centurión pagano, quien, viéndolo morir en aquel modo tan cruel, exclamó: “verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39), el momento del silencio de Dios llega a ser el momento de la respuesta, de la revelación suprema; todos los discípulos se han dormido, no han comprendido nada y Jesús permanece solo; su sufrimiento debió ser demasiado grande. Cuando fue clavado en la cruz y permanecía atormentado, exclamó: “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado…” debió ser aquel momento el sufrimiento más cruel, es decir, el silencio de Dios pero ¿verdaderamente esto terminó con el silencio o existe alguna respuesta?, frente a tantas situaciones humanas de dolor, donde el ser humano vive desesperado por la enfermedad de su ser amado, por la muerte de su ser querido, por tanta enfermedad y muerte, el ser humano necesita una respuesta, no obstante, Dios no da una respuesta pero quien la da es Jesucristo, porque si Él, siendo Hijo de Dios, en el momento de la muerte ha sufrido este silencio de Dios, ahora significa que cada situación incluso aquella que es la más tenebrosa y trágica tiene un sentido porque hubo alguien que presenció ese momento trágico y proclamó “verdaderamente este era el Hijo de Dios”.

Talvez el silencio de Dios no da una respuesta porque no hay una respuesta al dolor de un inocente, pero el silencio de Dios, ofrece un sentido, no se trata de proclamar la transformación del silencio de Dios en un tranquilizante psíquico o tratar de buscar una fácil consolación, sino llegar a comprender que Dios está cercano aunque nos encontremos pasando la situación más desoladora y desesperada de nuestra vida, y puedo encontrarlo no sólo en la luz de la alegría sino también en la oscuridad, en la tristeza, en el silencio y el dolor; esto significa que mi sufrimiento a pesar del aparente abandono de parte Dios, puede llegar a ser el lugar del encuentro con Dios, un Dios que llega a ser solidario con mi silencio, mis lágrimas y dolor. Nuestro silencio debe llegar a ser fecundo y nuestro grito de dolor y abandono no sea el llanto de un moribundo sino el grito de uno que está dando a luz un nuevo comienzo.

Cristo nos visita, así como cuando descendió a los infiernos y desde ahí grita: Adán ¿dónde estas?, así como Dios le había gritado en el paraíso cuando había pecado; la misma voz que le había llamado entre los árboles del jardín del Edén, ahora descendiendo a los infiernos, es la misma voz para llamarlo entre los muertos. Así también Jesucristo desciende a nuestro dolor, a nuestras lágrimas, a nuestros sufrimientos y enfermedades, Jesús nos grita ¿dónde estás?, no llores, yo te llamo y te amo… si vemos bien la vida, podemos encontrar muchas razones para creer y cientos para no creer, pero el evento de la cruz nos dice que nuestra derrota, nuestro dolor, nuestro silencio también pertenecen a Dios y vienen abrazados para develarlo en el misterio más grande de amor en la cruz de Cristo.

Si Jesús muere sobre la cruz gritando “Dios mío, Dios mío, porqué me has abandonado…” significa que la eterna voluntad de amor de Dios no abandona al hombre mucho menos lo deja solo en su desesperación por no escuchar palabra alguna de Dios… creer sólo en la Pascua no es nuestra fe, porque la fe verdadera está en el Viernes Santo, cuando ninguno de nosotros estábamos ahí cuando Jesús derramaba sangre y lágrimas, cuando ninguno de nosotros hemos respondido a su alto grito en la cruz… ¡ninguno!

 
 
 

Komentar


Entradas destacadas
Vuelve pronto
Una vez que se publiquen entradas, las verás aquí.
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square

© 2023 by Feed The World. Proudly created with Wix.com

​​WhatsApp:

+56 9 7432 1143

Email

csantana@uc.cl

 - Ecuador

bottom of page