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EL MIEDO A DECIR SI

  • Cristian Roberto Santana Vargas
  • 20 feb 2019
  • 3 Min. de lectura


A propósito de mi opción de vida, traigo a colación los momentos de inflexión que experimenté por miedo y dudas a mi SÍ definitivo. Aunque soy consciente que son varios matices los que, implícitamente, me detenían a poder dar el paso a la vida sacerdotal, sólo anhelo mencionar uno de ellos: el mal ejemplo, Sí, el mal ejemplo de varios clérigos y miembros de la Iglesia que en estos últimos años han sido eco fuerte en todos los medios. No obstante, el contacto con la gente humilde, mis estudios y profundización de la Escritura y la Patrística (I – VI siglo) movieron mi corazón para amar a mi Iglesia, con todos sus defectos, a amarla y no juzgarla y por lo mismo me exhorto a mí mismo ante la tentación de dejarme guiar por la crítica insana olvidando todo el sacrificio que, a lo largo de la historia, ha plasmado la Iglesia en toda la humanidad. Quienes acusan a la Iglesia “son amigos del mal porque la destruyen con la lengua”, un fenómeno de moda en nuestro entorno. "No se puede vivir toda la vida acusando a la Iglesia. (...) Aquel al que la Biblia llama el gran acusador ¿quién es? Es el diablo. "Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. (cf. Ap 12,10). Y los que se pasan la vida acusando no diré que son hijos, porque el diablo no tiene ninguno, pero sí amigos”.


“Y no, esto no va, debemos señalar los defectos que corregir, pero en el momento en que se señalan los defectos, se denuncian los defectos, y se ama a la Iglesia. Sin amor sólo se evidencia odio y rencor forjado por medio de la envidia y de la acusación continua. A este punto es indispensable también la figura de San Francisco de Asís y del P. Pío quienes enfatizaron con humildad el gran amor que siempre tuvieron por la Iglesia Católica, a pesar de todos los problemas que tuvo (y sigue teniendo). El que ama a la Iglesia sabe perdonar, porque sabe que él mismo es un pecador y necesita el perdón de Dios. El Señor quiere arreglar bien las cosas, pero siempre con el perdón, pero sobre todo con el amor" (cf., Papa Francisco, del discurso del 20 de febrero de 2019). Estas palabras del Papa Francisco me han marcado profundamente y lo he experimentado en carne propia con la vida de los apóstoles, la vida de los primeros cristianos y toda la historia de la Iglesia desde su constitución con Jesucristo por más de dos mil años. ¿Por qué la Iglesia continúa de pie a pesar de todos los problemas (no sólo actuales) que ha tenido a lo largo de la historia? La única respuesta que encuentro es aquella que varios convertidos lo han sabido señalar: “porque hay algo más fuerte que la sostiene, la guía y la protege que es el Espíritu Santo”. Para el político, el religioso/a, el sacerdote, el pastor, el profesor/a, etc., lo único que evidenciará una verdadera adhesión con Jesucristo será el ejemplo de vida, marcado por el amor y el perdón.

 
 
 

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