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ENTRE LA DICOTOMÍA DEL YA PERO TODAVÍA NO

  • Foto del escritor: Cristian Santana
    Cristian Santana
  • 5 ene 2018
  • 7 Min. de lectura

UNA MIRADA A LA SITUACIÓN POLÍTICA ACTUAL DEL ECUADOR

Una mirada a la política del Ecuador

Por: Cristian Roberto Santana Vargas

Una de las fuentes para poder comprender la realidad nacional de un país radica en su fuerte injerencia con respecto a la política. Antes de considerar los siguientes párrafos es preciso indagar qué se entiende por política o cuál es el enfoque político que tomará el presente tratado. Para responder a estas interrogantes, considero la opción propuesta por Arendt (1997):

“La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias” (p. 45).

La política se entreteje en una actividad dialógica por naturaleza entre los hombres y le es propia al ser humano por cuanto surge como un fenómeno relacional, una relación humana que confluye en el principio del amor, que en sí es el respeto a la dignidad de la persona.

Para comprender esta dicotomía del “ya pero todavía no”, me es necesario partir de la figura de Jesucristo en quien veo la presencia propia del líder. Esto me permitirá a su vez entretejer el problema político actual en la República del Ecuador tomando como único punto de análisis el conflicto que viven el grupo de los “correistas”.

Desde toda perspectiva, Jesucristo es un líder por excelencia: atrajo a muchos en su vida pública y su mensaje y su fuerza de liderazgo ha permitido la atracción de millones de personas a lo largo de la historia. La predicación de Jesús radicaba en el anuncio del Reino de Dios que no implicaba ningún reinado en este mundo (cf. Juan 18, 36). Lo que sí es claro es que Jesucristo respetó tanto las leyes judías como las impuestas por el Imperio para establecer la armonía social. Su lenguaje es plenamente político: anuncia el bien y denuncia las injusticias.

La política de Jesucristo se basa en el cumplimiento de su promesa. Jesucristo inaugura el Reino de Dios ya en la tierra, la gente cree en sus palabras, “tienen fe” en sus milagros y esto permite dar autoridad a un líder que no utiliza dicho poder para vanagloriarse, sino al contrario, para permitirnos asemejarnos a Dios, para dar dignidad al ser humano, especialmente al más desprotegido. El Reino de Dios es discreto y sobrio; ya ha llegado pero todavía viene. Una política debe establecer esta dicotomía, entre el “ya” pero “todavía no”, es decir, entre el ejemplo y la honestidad enmarcados en el presente y la promesa de cumplir correctamente a futuro la labor encomendada por el pueblo.

Desde esta perspectiva, se puede considerar que, a quien se le entregue el poder político, debe tomar en cuenta el contexto en el que se le da esta atribución y junto con esto un proceso gradual y progresivo de cambio. Con estas reflexiones, presento mi argumento sobre la confusión que experimentan los que viven en la visión del “correismo”.

La figura del ex presidente de la República, Rafael Correa, indudablemente exteriorizaba la imagen de un líder. No obstante, es necesario desarrollar una reflexión profunda sobre su quehacer político durante diez años de mandato. No pretendo formular una comparación con la persona de Jesucristo puesto que terminaría desvirtuando, y en el peor de los casos, denotando un irrespeto por la persona de Jesús; lo que pretendo es señalar el punto de quiebre y el error más grave que llevó al ex mandatario a constituirse en la actualidad en una [figura] que acarrea dudas, engaño y un despertar político ciudadano desconforme. Jesucristo, como verdadero líder, comprometió su misión del anuncio del Reino entre el “ya, pero todavía no”. Del mismo modo, esto se debe aplicar a la política, una dimensión que el ex presidente Rafael Correa no tuvo presente.

Debo, antes que nada, remitir este paralelo entre el Reino y la Política al filósofo y docente de la Universidad de Chile, Dr. Fernando Atria, quien es el primero en [aplicar] esta excelente combinación del “ya, pero todavía no” a la política.

Un sinnúmero de ciudadanos fundamenta el apoyo a la labor realizada durante los últimos diez años por el gobierno del ex presidente Rafael Correa en la sorpresa por las grandes carreteras, nuevos aeropuertos, medicina, educación gratis (¿de qué tipo?), etc. Esto me llevó incluso a ser parte de esta postura. Se agradece todo lo que realizó, pero hay que ir a la raíz del problema existente.

El eco actual es que el gobierno pasado realizó una inversión excesiva de dinero en varias obras, muchas de ellas con fallas, con sobre precio, etc. Sin embargo, incluso si ese fuese el mérito por el cual hay que agradecer al gobierno de Rafael Correa, queda un abismo muy grande del cual me resultaría un pecado dejarlo en silencio y que posiblemente sea el cinto que enceguece a muchos de sus “fieles” (por obsesión y/o fanatismo). Jamás una política se puede cumplir en un cien por ciento en la práctica. Pretender realizar obras a como dé lugar, termina por dejar de lado la dignidad y la importancia de la persona, llevando, por el contrario, a una instrumentalización de la política.

Anhelo ser claro con un ejemplo: todos hemos constatado las maravillosas carreteras que tiene el Ecuador, muchas de envidiar por el mundo, según las palabras expuestas por el ex mandatario. Pero, ¿por qué existen muertes constantes en estas carreteras? Varios me rebatirán diciendo que la culpa la tienen los que están al frente del volante e indudablemente les daría la razón si el motivo de reflexión fuera básico. No obstante, como lo formulé al inicio, mi reflexión va mucho más allá. Si ese fuese el problema, ¿no hubiese sido mejor dedicar un tiempo a la formación humana, previo a la construcción de dichas carreteras? Hubiese sido una [inversión] mucho más inteligente en el área de la Educación. No me refiero a darle más privilegios a los estudiantes o mayor remuneración a los docentes, sino, desde una formación que recoja la dimensión espiritual y reflexiva (filosofía) de las personas, entregar una suerte de formación cultural sin excepción de nadie. Sin embargo, lo que el gobierno hizo durante estos últimos años fue disfrazar un país con buenas obras, como un árbol lleno de frutas y espléndidas hojas, pero plantado en un terreno débil que poco a poco terminaría por dejar caer el árbol. Así quedó el Ecuador, con “buenas” obras (con una cuota de dudas por dichas obras), pero con el terreno (ciudadanía) dividido, mal formado, con estudiantes mediocres, docentes estresados, choferes o si se quiere conductores irresponsables, control exagerado a empresas privadas, personas con cero formación cultural - política - social, profesionales desempleados que día a día pierden la esperanza en un futuro mejor. Un gobierno que, con el afán de “obrar bien”, terminó destruyendo algo más profundo que es el sentimiento de unidad que debería tener un país.

¿Queremos volver al país de antes? Nadie quiere eso, pero queremos avanzar; y, por el contrario, cuando una organización vive la experiencia de la desunión, lo único que le queda al final es un retroceso, incluso peor que la situación vivida en el pasado. Nuestra formación política es pobre y eso ha llevado a que no despertemos a un querer caminar juntos, a pesar de nuestras diferencias ideológicas, comprendiendo que estar en contra de un gobierno como el de Rafael Correa, no significa estar a favor de un Abdalá Bucaram o un Guillermo Lasso. Hay que desligarse de las ideas erróneas que nos hacen ser más enemigos unos con otros. Así como el Reino de Dios se desarrolla misteriosamente en este mundo, a pesar de la violencia y la muerte, pero que tendrá su plenitud al final de los tiempos, del mismo modo es necesario comprender que la política se desarrolla en el “ya aquí y ahora”, pues la persona y su dignidad es lo fundamental, es decir su formación. Pero esto también se vive en la utopía del “todavía no”, porque debemos comprender que nos desenvolvemos en un lugar donde todos somos diferentes, con culturas diversas, como diversas son las ideologías y formas de pensar de la ciudadanía; debemos comprender que cada ser humano es un “misterio” y, por ende, una riqueza. La pobreza estará siempre presente, ya lo había mencionado Jesucristo; sin embargo, la política parte de cada uno de nosotros, no por medio del “dar por el dar”, sino de una formación más sólida.

No se trata de juzgar a la persona de Rafael Correa, porque debo traer a colación que buscó el bien, a pesar de que en su intento paulatinamente cayó, no como persona sino como representante de un gobierno. El único reparo que me permito confrontar es que, como ya lo había mencionado Lenin Moreno, los diez años pasados fueron de Correa (su gobierno), ahora es el tiempo de gobernar de Moreno y a futuro será nuestro tiempo de juzgar honestamente la labor del actual presidente.

La desafección hacia la figura y lo que representa Rafael Correa es una realidad innegable, que sólo el fanatismo enfermizo puede rebatir. Su interés insistente en confrontarse al actual gobierno, lo único que devela es su afán de poder, un mal que ha llevado a que muchos líderes, que en su tiempo fueron honestos, terminaran en una miseria humana y espiritual. No hay mejor líder que aquel que, pasado su tiempo, vive el silencio y la oración, pero sobre todo, aquel que tiene en su mente, en su boca y en su corazón la palabra “perdón”. Si Rafael Correa hubiera expresado esta simple pero trascendental palabra, no cabría duda de que ameritaría este título de líder.

En conclusión, lo que ha provocado el ex mandatario es la división de un pueblo, un mal silencioso que es más fuerte que la corrupción y la traición, tomando en cuenta que la misma traición y corrupción son ya fuentes de miseria humana y de degradación; imaginarnos la desunión es imaginarnos la destrucción en pleno de la dignidad de la persona. Quien trae división lo único que trae es la perdición (un fenómeno palpable y real en cualquier tipo de organización, sea política, social e incluso religiosa). Habría que preguntarse: ¿cuál es el miedo? ¿Qué se esconde por detrás de este afán de poder? ¿Qué más nos falta por conocer? Lo que sí queda claro es que duele mucho cuando se pone la confianza en una persona con demasiada ingenuidad, un sentimiento que Rafael Correa y Lenin Moreno lo están experimentando mutuamente.

NOTA: Argumentos sustentados en la Tesis de Magister: “Valoración, desde los estudiantes, del aporte de la clase de religión a la formación ciudadana, como uno de los desafíos del Proyecto Educativo del Centro Educacional Alberto Hurtado”, del mismo autor que escribe este artículo, dada en la ciudad de Santiago de Chile, en 2017.

Arendt, H. (1997) ¿Qué es la Política? Barcelona. Ediciones Paidos.

 
 
 

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